martes, 3 de mayo de 2011

EL ESCRITOR

¡Hola, amig@s!

He sido tercera en el Primer Concurso de Relatos Breves de Todos los Foros con este relato. Espero que os guste. Besitos. María.

EL ESCRITOR

Soy un escritor célebre, consentido por la crítica literaria y adulado por millones de lectores que compran mis novelas en todo el mundo, pero si les soy sincero: yo no recuerdo haber escrito ninguna.
            Antes de convertirme en lo que hoy soy, mi vida transcurría entre una monótona relación sentimental y un mediocre trabajo como reportero de un insignificante rotativo de tirada local. Ella me dejó y el redactor jefe del periódico me despidió poco después. La depresión convivió conmigo desde entonces. Las horas desfilaban frente a la pantalla de mi ordenador sin que las palabras acudieran a mi mente, las teclas parecían reírse de mi desatino, el cursor del ratón parpadeaba sin compasión, recordándome mi ineptitud. Una fría madrugada, el insomnio se presentó en mi habitación y se adueñó de todo mi ser; dejé de dormir, de pensar, de comer… La inanición estuvo a punto de acabar conmigo. Mi cerebro vivía continuamente en la confusión más absoluta y mi lenguaje se tornó en un galimatías que nadie podía descifrar. Una mañana mis vecinos me encontraron desnudo y con señales inequívocas de sufrir una enajenación transitoria en el jardín de mi casa. Llamaron a una ambulancia y me llevaron a urgencias… ¡El hambre y el abatimiento provocan estas cosas! -me dijeron en el hospital. Allí, gracias a la destreza de profesionales extraordinarios, sané las heridas físicas y luego las del alma. Sin embargo, lo de la escritura no lo entiendo... Así que después de estrujarme el cerebro, durante interminables horas, he llegado a una única conclusión: soy sonámbulo y en ese estado inconsciente hago cosas que después mi memoria no recuerda. ¡Sí, eso es! -afirmo con rotundidad, ahuyentando a los tenebrosos tentáculos de la irreflexión de mi sala de estar. Aunque… Una tenue inquietud logra abrirse paso entre tanta convicción. ¿Por qué será…?
            Esta noche tengo un presentimiento. He decidido no tomarme el Orfidal e investigar. ¿Acaso no soy un periodista? –me digo tras dar un mordisco a mi suculento bocata de jamón serrano. Cuando termino de cenar me acuesto, pero con un ojo abierto y otro cerrado. ¡Tengo un presentimiento…! A las dos en punto oigo el reloj del vecino del quinto, los lejanos ladridos de los perros callejeros, los ronquidos de doña Eufrasia, la del tercero B, los lloriqueos de un bebé y, de pronto, percibo algo más… Un ligero tintineo y… Me incorporo en la cama y agudizo los oídos. Ese ruido, ¿no son las teclas de un ordenador? ¡Sí! ¡Alguien está pulsando las de mi portátil! Me levanto rápidamente e irrumpo en el salón. Me quedo paralizado al verle, sin poder moverme, aterrado y tan blanco como la pared. Él me mira impasible con sus rechonchas manos apoyadas en el teclado y me pregunta:
-¿Qué te pasa, Nacho? ¿No puedes dormir tampoco esta noche?
-¡Dios mío! ¿Cómo sabes mi nombre y mi…? –logro decir apenas, pues se me nubla la vista y después todo se vuelve negro.
            Cuando recupero la conciencia me encuentro tumbado en mi sofá. Una manta cubre mi aterido cuerpo y ese extraño ser me observa sentado en una silla.
-Te ha bajado la tensión arterial, Nacho, pero te recuperarás.
-¿Quién eres? –le pregunto todavía asustado.
-El artífice de que tu obra sea elogiada en todo el mundo.
-¿El artífice…?
-Así es. Yo escribo las historias que tanta fama te han dado.
-¿Y por qué lo haces?
-Porque me fijé en tu anodina existencia y decidí cambiarla.
-¿Quién eres? –volví a preguntarle con voz temblorosa.
-Me llaman el Genio de la Inspiración. Sin mí, las Musas no podrían satisfacer las ilusiones, las ideas y los proyectos que vosotros, los humanos, ansiáis realizar.
            Sonríe dejando entrever varios dientes de oro.
-¡No existes…! Todo esto es una pesadilla… -musito quedamente.
El Genio se pone de pie. Sus pobladas cejas blancas se arquean exageradamente. Escucho otra vez el tintineo y me doy cuenta de que tiene varias campanitas cosidas a su atuendo y que éstas suenan al moverse. No lo he dicho antes, pero este individuo se parece muchísimo a Santa Claus, aunque su ropa es de color verde pistacho.
-¿Quieres volver a tu anterior vida, Nacho? –me interpela pegando su rolliza cara a la mía. Sus ojos brillan maquiavélicamente cuando manifiesta-: ¡Yo puedo parar el tiempo y girar las agujas del reloj en sentido contrario! ¿Quieres que lo haga y ser nuevamente un don nadie?
-No… -susurro aterrorizado.
-Entonces, ¡cállate y déjame trabajar! –me grita malhumorado.
            En ese instante me despierto con el corazón a mil por hora. Parpadeo somnoliento y después respiro profundamente. ¡Todo ha sido un sueño! ¡Un maldito y terrible sueño! Sonrío y veo que el libro que estaba leyendo antes de que Morfeo me rodeara con sus brazos “Pánico de un escritor novel en la Quinta Avenida”, se ha caído al suelo. Lo recojo y lo pongo encima de la mesita de noche. Estoy agotado y apoyo mi cabeza en la mullida almohada. De repente, el sonido de una campanita, que tintinea en el salón, me sobresalta. Las pulsaciones se disparan al levantarme de mi confortable cama. Sobrecogido llego hasta el vano de la puerta, me asomo sigilosamente… Los nervios están a punto de estallar, oigo los latidos de mi corazón, la transpiración perla mi frente, siento que la ansiedad va a ahogarme… Un espeluznante grito escapa de mi garganta cuando Micifuz, el gato de doña Eufrasia, da un salto desde la mesa donde tengo el ordenador hasta mis hombros.
-¡Micifuz, eres muy travieso…! –Le riño-. Has estado a punto de provocarme un infarto…
            Él ronronea como una única respuesta y yo acaricio la campanilla que lleva al cuello. Poco después Micifuz se escapa por la ventana abierta. Suspiro, pues el insomnio ha tornado sin piedad, así que me siento frente al portátil. Me asombro al ver que está encendido y luego palidezco al leer lo que allí está escrito…
“RECUERDA, NACHO, QUE TIENES QUE CAMBIAR EL CARTUCHO DE LA IMPRESORA… TU AMIGO, EL GENIO DE LA INSPIRACIÓN…”


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