domingo, 10 de octubre de 2010

AAMORI Y LA GOTA DE LLUVIA

El padre oyó en el descansillo las risotadas que provenían del cuarto de baño y también el grifo abierto del lavabo. Varios de sus vecinos habían venido a darle las quejas y él decidió imponer un castigo ejemplar a sus retoños, pero de una forma poco habitual, les contaría un cuento y ellos comprenderían que lo que estaban haciendo era incorrecto. El hombre subió los escalones y se dirigió al aseo. Allí, Pablo y Lucía, sus traviesos hijos de diez y siete años, reían llenando globos de colores y arrojándolos a continuación por la ventana dejando correr el preciado líquido sin ningún miramiento e intentando mojar a los transeúntes.

-¡Niños! ¿Qué estáis haciendo? -gritó con gesto enojado-. No me esperaba de vosotros que os comportarais como unos maleducados, en cuanto os sequéis, iréis a pedir disculpas a doña María y a don Gregorio...

Mientras decía aquello, el cabeza de familia cerró la llave y luego miró a sus pequeños con el ceño fruncido.

-El agua es un bien escaso y desperdiciarla de esta forma es una ofensa para muchas personas.

Lucía pestañeó conteniendo las lágrimas en sus bonitos ojos esmeraldas. Pablo tragó saliva y, tras unos segundos de tenso silencio, se atrevió a hablar:

-Lo siento, papá, todo ha sido idea mía, Lucía sólo hizo lo que yo le propuse. Iremos a pedir perdón a los vecinos, te lo prometo. Pero, ¿qué quiere decir un bien escaso?

El padre suspiró y dulcificando sus rasgos contestó a su primogénito:

-Quiere decir que es algo que se puede acabar si no tenemos cuidado, hijo. Me complace, Pablo, que confieses y admitas tus culpas y, por ello, el castigo será más leve. Venid al salón y os contaré la historia de Aamori.

-¿Quién es Aamori? -preguntó Lucía tras abrazarse a su padre.

-Aamori era una niña africana que tenía que caminar todos los días miles de kilómetros hasta el río para poder llenar un recipiente de agua.

-¿Y no tenía coche para ir hasta allí? -inquirió Pablo sentándose en el sofá.

-No, su familia era muy pobre. Escuchadme y después me decís que os parece este cuento que se titula: Aamori y la gota de agua.

Los dos hermanos asintieron. La voz masculina sonó alta y serena, y ni siquiera el vuelo despistado de una mosca les molestó durante el tiempo que transcurrió el relato.



-“En un lejano país de África, donde el sol abrasa y las lluvias son insuficientes, nació Aamori, la protagonista de este cuento. Todos los días se levantaba cuando los primeros rayos anunciaban el despertar de la selva y su abuelo, enfermo y lisiado, le indicaba, con la rama en la que se apoyaba, que el barreño estaba vacío. La pequeña conocía el camino y nunca se entretenía, caminaba horas y horas hasta llegar al río y después volvía hasta su aldea con la tinaja llena y sin derramar ni una sola gota de agua. Sin embargo, aquel día todo fue distinto. El astro solar parecía quemar más que nunca y apenas había alguna sombra en el camino en el que poder resguardarse de su ardiente caricia. Aamori marchaba lentamente y llevando “su tesoro” apoyado en una de sus caderas. Primero se encontró a un sediento pajarillo que le habló en una jerga que ella entendió:

-Dame un poco de tu agua, pequeña, y la Providencia te lo recompensará…

La niña se compadeció y dio de beber al pájaro. Un alegre trino la despidió. Unos metros más adelante, vio unas freesias que, misteriosamente, habían crecido en la polvorienta senda. Eran hermosísimas, pero el calor estaba marchitando sus pétalos. Aamori les preguntó:

-¿Qué os ocurre, lindas flores?

Una le contestó:

-El sol nos da la vida, pero hoy quema demasiado, si no encontramos a alguien que nos dé un poco de agua, moriremos.

-Yo os daré de la mía.

Aamori vertió parte del contenido de su cántaro y las flores revivieron.

-La Providencia te lo recompensará.... -dijeron radiantes.

Aamori reanudó su viaje y cuando cogió el atajo que la llevaría hasta su pueblo, se encontró con una anciana que descansaba junto a los arbustos. Ninguno de los caminantes le prestaba atención, ajenos al dolor de la viejecita. La niña le acarició con ternura la frente.

-¿Qué te pasa buena mujer? ¿Puedo ayudarte?

-Tengo sed, hija, y nadie se apiada de mí.

-Aquí tienes agua fresca con la que aliviarás la sed. ¡Bebe todo lo que necesites!

-Gracias, pequeña, la Providencia te lo recompensará…

Aamori sonrió y siguió su camino. Al llegar a su aldea, sólo le quedaba en la vasija una gota de agua, tropezó y ésta cayó a la tierra que, pronto, la absorbió. Aamori suspiró, pues su abuelo le reñiría por la tardanza y por tener el cántaro vacío. Aun así, ella se sentía feliz. Había ayudado a otros seres más necesitados y todavía podía volver al río y llenar su ánfora. Aquel pensamiento prontamente quedó en el olvido, ya que una bella mujer apareció de repente ante su asustada mirada.

-No te asustes, Aamori, soy la Providencia a la que socorriste siendo un agotado pájaro, una sedienta flor y una moribunda octogenaria. Tus desinteresadas acciones tendrán la recompensa que te mereces. No tendrás que volver nunca más al río, pues el agua brotará desde hoy en este lugar...

Y así fue, Aamori y los demás aldeanos festejaron durante mucho tiempo aquel maravilloso suceso, y bebieron del manantial que jamás se secó”.



Pablo y Lucía sonrieron a su padre. El niño manifestó:

-Es un cuento muy bonito, papá.

-Sí, hijo. A Aamori no le importó deshacerse del agua que llevaba en su jarra mientras ayudaba a los demás, pero le dolió ver que la última gota desaparecía por culpa de su resbalón. Por eso, os digo que es un bien escaso que tenemos que preservar para que no se agote. Otras personas, igual que Aamori, se pasan horas y horas caminando hasta que encuentran un pequeño riachuelo donde sacian su sed. Espero que hayáis aprendido la lección y que no volváis a malgastar el agua.

Lucía fue la que contestó esta vez a su progenitor:

-Te lo prometemos, papi. Ahora mismo iremos a pedir perdón a doña María y le contaremos la historia de Aamori y la gota de agua.

El hombre sonrió mientras veía cómo sus hijos llamaban a la puerta de sus vecinos.

1 comentario:

  1. ¡Hola María! Es la primera vez que entro en tu blog y como veo lo tienes hecho hoy mismo. Me ha gustado mucho este relato. Hasta pronto, Eli.

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