lunes, 11 de octubre de 2010

OLVIDO

El viento grita un nombre
tras los empañados cristales
de una nívea habitación,
pero él no lo oye.
Permanece absorto,
contemplando las ilusorias figuras que
la noche dibuja en la pared.
Una cálida mano le acaricia con ternura,
intentando protegerle del miedo
que se refleja en sus asustados ojos.
Se miran, pero, Carlos, sólo ve un rostro extraño
uno más entre tantos...
Olvido suspira procurando sonreír,
y tras darle un beso en la frente, le dice:
“Duerme, mi amor, yo estaré aquí”.
Morfeo pronto lo acuna en sus brazos,
Olvido se deja caer en el sillón.
¿Cómo pueden borrarse sesenta años
de besos, de caricias, de alegrías, de tristezas...?
¡Maldita enfermedad!

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