miércoles, 13 de octubre de 2010

EL ESCARABAJO DE LA PATATA

El ESCARABAJO DE LA PATATA

La revista Axxón Ficciones Breves publicó este relato.

            Kafka disfrutaría con los argumentos que el conocido entomólogo Hernando Sabater, actual premio Príncipe de Asturias de Ciencias de la Naturaleza, publica en el Boletín de la Asociación Española de Entomología. En uno de los artículos de la prestigiosa revista, el profesor Sabater no está de acuerdo con lo establecido por sus colegas. El premio Nóbel don Cándido Yepes, el inolvidable Miquel Serrat y la insigne Paola María Matutes acreditaron, tras múltiples años de investigación, que los coleópteros presentaban una metamorfosis completa: las larvas se convertían en ninfas o pugas y posteriormente en imagos o adultos. Sin embargo, Sabater augura que el leptinotarsa decemalineata -vulgarmente conocido como escarabajo de la patata-, supera dicha transformación. Su voracidad le convierte en un ser inteligente, parecido al hombre. Todo lo que toca lo arrasa -afirma con convicción- y, por ello, asegura en su informe que estos insectos en un futuro vivirán igual que los humanos y que incluso superarán a nuestra raza… En los medios de comunicación lo tildaron de loco. Los círculos científicos borraron su nombre de las listas y hasta en los carnavales de Cádiz le cantaron las chirigotas… Pero él prosiguió con sus estudios.

            Esta mañana, Lourdes, la asistenta, ha abierto las ventanas del despacho. Huele a cerrado y a algo que, en un principio, no logra identificar… La ropa del profesor se halla amontonada en el suelo.
-¿Qué habrá pasado? –se pregunta con un rictus de sorpresa.
Segundos después, un grito escapa de su garganta. Coge la zapatilla y arremete sin compasión contra el bichito negro y repugnante que intentaba descender por el diván.
-¡Ya está, uno menos!
Lourdes se marcha de la habitación y el olor a patata vuelve a inundar toda la estancia. Un hombre desnudo sale de su escondite. Se viste minuciosamente y luego se mira en el espejo. Una sonrisa maquiavélica se dibuja en sus labios.
-¿Quién puede decir que no soy Hernando Sabater?








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