lunes, 25 de octubre de 2010

EL ÁNGEL

El Instituto Andaluz de la Juventud Consejería para la Igualdad y Bienestar Social, me ha publicado el cuento “El ángel” junto a los de mis compañeras de la tertulia Nuevo Horizonte 2002 de Huelva, para conmemorar el Centenario del Edificio en el que se ubica dicha institución en la ciudad de Huelva.

EL ÁNGEL
            El anciano entró en el salón de la clínica. En el exterior llovía torrencialmente y la humedad calaba los huesos de los osados transeúntes que se atrevían a caminar por la calle Rico a aquellas intempestivas horas. Don Félix se quitó el abrigo, el sombrero y sus guantes y se acercó hasta la chimenea que presidía aquella hermosa estancia. Su entristecida mirada se posó durante unos segundos en los muebles de nogal, en la artística yesería que revestía las paredes y en las vidrieras ornamentales de la puerta. Luego calentó sus manos en el fuego y éste pareció dar color a sus macilentas mejillas. Las enfermeras le habían saludado con las lágrimas aún visibles en sus compungidos rostros y Ana Sánchez, la enfermera-jefe, le ofreció un café para reanimarle.
-¿Por qué suceden estas cosas, Ana?
-No lo sé, don Félix –le contestó la escuálida y ojerosa mujer-. La medicina salva muchas vidas, pero Dios decide quién y en qué momento debe irse con Él.
-Los niños son ángeles… No deberían morir.
            Ana asintió y poco después se marchó. Los familiares de la niña fallecida la estaban esperando. El doctor Sanz de Frutos se sentó en uno de los sillones y cogió el informe que le había dejado Esteban Rodríguez, su ayudante. Lo leyó con detenimiento y suspiró al enumerar las complicaciones que habían provocado la muerte de aquella criatura. ¿Por qué ocurrían aquellas desgracias? –se volvió a preguntar con gesto apesadumbrado. Dejó el certificado de defunción encima de la mesa y fue a llevarse la taza a sus labios cuando oyó un ruido. El médico se giró lentamente y arqueó las cejas al ver a una chiquilla que le observaba desde la entrada.
-¿Qué haces aquí, pequeña?
-Le oí llegar… -musitó con una sonrisa.
-¿Te ocurre algo?
-No, me encuentro muy bien.
-Entonces pronto estarás en tu casa…
-Sí, lo sé. Pero me gusta tanto este edificio que a lo mejor me quedo aquí para siempre.
La niña se acercó hasta donde se encontraba el viejo galeno y alegre le besó. Félix Sanz de Frutos sonrió.
-Gracias, doctor, por todo… Nunca le olvidaré…
-¿Cómo te llamas?
            Félix Sanz la vio correr hacia la escalera de mármol. Ella se paró al subir el primer peldaño.
-Blanca… -le dijo en un susurro y luego despareció.
            Un suspiro escapó de los labios masculinos. Minutos después, Ana irrumpió en la sala. Habló apenada:
-Ya se la llevaron…
            Él asintió afligido. Acto seguido, musitó:
-Quisiera ver a los otros pacientes…
            Subieron a la segunda planta del edificio. La luz del día penetraba por la artística montera jugueteando con la balaustrada de hierro forjado. El médico se paró en una de las habitaciones. Ana, extrañada, le manifestó:
-Don Félix aquí falleció anoche Blanca Pérez.
-Pero eso es imposible, acabo de hablar con ella…
            La sanitaria parpadeó aturdida y Félix Sanz de Frutos comprendió que había vivido una experiencia paranormal. Se llevó una de las temblorosas manos a la mejilla derecha. Una sonrisa se dibujó en su semblante. ¡Había visto y hablado con un ángel!


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